Antes de desarrollar el exitoso Multimedios utilísima tuve que padecer sucesivos fracasos como emprendedor que me causaron frustración y pérdidas económicas.
Cualquier emprendimiento económico, grande o pequeño, requiere de una planificación previa. Sin un plan y una organización operativa para llevarlo adelante es casi imposible alcanzar un resultado positivo.
La ausencia de una planificación no permite avanzar ordenadamente hacia un objetivo. La mala noticia es que la existencia de un plan no garantiza que se pueden alcanzar los objetivos perseguidos ni evitar los fracasos.
La experiencia muestra que lo habitual es que el camino hacia una meta no sea directo ni sencillo sino que por el contrario suele estar plagado de obstáculos que hacen que los planes no obtengan los resultados proyectados.
Una equivocada interpretación de la realidad, imprevistos, una errónea gestión o desacertadas decisiones determinan que los planes no logren los objetivos deseados.
La única forma de evitar los fracasos es saber y ser consciente que todo plan puede tener inconsistencias y errores. Por lo tanto es fundamental tener una gran flexibilidad operativa y plasticidad mental para cambiar a tiempo un plan cuando existen señales que indican que la planificación trazada puede fracasar por errores de cálculo o porque la realidad ha cambiado.
Un emprendedor debe considerar que las ideas suelen ser geniales dentro de las fronteras de la mente pero cuando se intentan aplicar a la realidad presentan defectos, inconsistencias, errores y obstáculos que hacen imposible materializarlas de manera exitosa. Al instrumentarse en la realidad los planes no solo presentan inconsistencias sino que deben enfrentarse a adversidades e imprevistos que obligan a cambiar los proyectos originales si no se quiere fracasar.
Un emprendedor debe tener la capacidad para cambiar y adaptarse a la realidad para que las adversidades no le impidan alcanzar el objetivo deseado.
Para llegar a un destino positivo un emprendedor tiene que recalcular de manera constante el camino que se debe transitar porque ese camino no suele ser directo. Lo habitual es que para llegar al destino buscado se requiera tomar diagonales, zigzaguear y modificar la trayectoria original. Si no se tiene la capacidad y flexibilidad de recalcular el destino ante posibles peligros lo más factible es que nos estrellemos con los daños que esto implica. Esto es lo que me sucedió en varias oportunidades.
Antes de desarrollar el exitoso Multimedios utilísima tuve que padecer sucesivos fracasos como emprendedor. Modelos de negocio que me parecían brillantes rodaron hacia un abismo al intentar implementarlos. Planes que establecían con precisión cada etapa a transitar no lograron sus objetivos y me generaron pérdidas económicas y frustraciones. Proyectos que mi mente me aseguraba que eran la llave para alcanzar el éxito terminaron en rotundos fracasos al tratar de concretarlos.
Mis fracasos económicos comenzaron cuando finalicé mis estudios universitarios de Derecho y Economía. En ese momento valoré que disponía de las herramientas necesarias para construir un futuro promisorio. Estaba convencido que teniendo una formación académica, una buena idea y un capital podía alcanzar el éxito. Por tal motivo, me dediqué a buscar y desarrollar un modelo de negocio que me permitiera generar dinero. Con ese fin compré una tintorería-lavandería en el barrio de Flores con el propósito de utilizarla como punto de partida para desarrollar una cadena de tintorerías que se caracterizan por la rapidez en los servicios, sus bajos precios y un diseño estético que le dieran identidad.
El modelo de negocio me parecía muy bueno no sólo porque no existían tintorerías con esas características en Buenos Aires sino que su implementación no requería grandes inversiones. Detrás de esa idea hice planes, invertí ahorros, trabajé sin descanso y puse toda mi pasión. Al año nada de lo proyectado se materializó. A pesar de mi esfuerzo y dedicación fracasé rotundamente en mis objetivos debiendo cerrar la tintorería y hacerme cargo de las pérdidas económicas.
A pesar del fracaso no bajé los brazos y, al poco tiempo, comencé a desarrollar un nuevo emprendimiento que consistía en sembrar orégano y posteriormente comercializarlo. Aprovechando que mis padres disponían de 10 hectáreas de tierra a 50 kilómetros del Mercado Central de Buenos Aires y que la fertilidad de ese campo –según los expertos consultados– era apta para cultivar orégano decidí llevar adelante un emprendimiento agropecuario.
El orégano era una especia muy demandada en el mercado nacional y su precio era bastante elevado porque había que traerlo desde el Norte argentino lo que implicaba altos costos de flete y logística. Tener un campo de orégano a pocos kilómetros del Mercado Central, donde se comercializa el producto, me iba a permitir ganar bastante dinero porque evitaba los costos de flete que tenía la competencia que traía la especia del Norte.
Para materializar el proyecto compré la mejor semilla de orégano que era de origen francés, contraté peones de campo, invertí en equipos de siembra y en procesadoras de secado. Finalmente, en la fecha indicada por los expertos, sembramos y esperamos para poder cosechar. El tiempo pasó y el resultado fue cero. No creció ni un brote de orégano con lo cual mi actividad como agricultor terminó en un fracaso total.
Nuevamente los planes y mis brillantes ideas habían sucumbido. Nuevamente mi experiencia emprendedora lejos de darme satisfacciones económicas me hizo sentir el sabor amargo del fracaso.
Sin embargo esas malas experiencias no frenaron mi impulso emprendedor. Me repuse de mis heridas y nuevamente comencé a investigar qué actividad me podría generar buenos resultados. Al poco tiempo encontré un modelo de negocio que considere que iba a ser exitoso: una inmobiliaria.
Junto a un amigo decidí desarrollar una inmobiliaria en la zona de Caballito porque en los años 80 todo indicaba que el Barrio iba a tener un crecimiento exponencial con lo cual se iba producir una gran demanda de viviendas. El pronóstico no fue desacertado dado que en poco tiempo se construyeron cientos de edificios y creció el mercado de compra-venta de propiedades lo que permitió que muchas inmobiliarias obtuvieran grandes ganancias. Hecho que no sucedió con nuestra inmobiliaria que durante un año no pudo realizar ninguna operación comercial y no logró imponerse en la zona.
Con la frustración a cuesta, desanimado por los fracasos y sin capital disponible para nuevos proyectos tomé la decisión de hacer lo que hace la mayoría de la gente: buscar un empleo para asegurarme un ingreso. Tenía que abandonar mis sueños de emprendedor y asegurarme un salario para sostener a mi familia. Sin embargo, tampoco esa decisión se pudo concretar con facilidad. Descubrí que buscar un empleo no es lo mismo que encontrar el trabajo deseado y el ingreso aspirado.
Durante varios meses tuve decenas de entrevistas laborales sin resultados positivos. Ante esa realidad y la apremiante necesidad de pagar las deudas que se acumulaban con el paso de los meses acepté a regañadientes una insólita propuesta que me hizo una amiga de la familia: Hacer trabajos y arreglos hogareños para un programa de televisión para la mujer.
Reconozco que al principio la propuesta televisiva me pareció inaceptable dado mis aspiraciones y autoestima, pero al no tener ingresos y conocer los altos honorarios que me iban a pagar decidí aceptarla.
El requisito para entrar al programa de televisión era tener habilidades y conocimientos para reparar temas vinculados a la electricidad, carpintería y albañilería hogareña. Requisito que cumplía porque era bastante habilidoso en esas actividades. La otra condición para ser contratado era realizar un casting televisivo ante los productores del programa.
Con un plan de trabajo que incluía muchas propuestas y con los materiales para arreglar el enchufe quemado de una plancha me presenté al casting. Realicé el arreglo del enchufe, ante las cámaras de televisión, sin errores. Sin embargo, nuevamente la frustración se hizo presente porque los productores examinadores no quedaron satisfechos con mi desempeño ante las cámaras y no me contrataron. Al recibir la noticia me retiré cabizbajo con el ego destruido.
Al retirarme del Estudio de Televisión, sintiendo otra vez el peso del fracaso, los productores del programa que me habían rechazado me sugirieron que pasara por la oficina de contrataciones porque estaban buscando un vendedor de publicidad. Sin dudarlo, en lugar de darme por vencido por no haber superado el casting, me presenté a la oficina de Recursos Humanos y logré que me dieran el empleo de vendedor de publicidad de un futuro programa. De esta forma, sin planificarlo ni programarlo abrí una puerta que me trajo innumerables recompensas emocionales y económicas.
Apenas comencé a trabajar me puse a estudiar como funcionaba el mercado publicitario de la televisión porque sabía que me despedirían sino vendía un mínimo de publicidad para el futuro programa que iba a llamarse utilísima.
Lejos de valorar que el empleo de vendedor era dar un paso para atrás en la construcción de mi futuro como emprendedor lo consideré como una oportunidad para crecer profesionalmente. Puse toda mis ganas y energías para lograr los objetivos que me fijaron. Al poco tiempo no solo obtuve resultados positivos como vendedor sino que me convertí en el productor televisivo del programa utilísima, teniendo la responsabilidad de hacer los casting y contratación de los futuros talentos artísticos que impulsarían la popularidad de utilísima. A partir de ese lugar como productor y gestor de la empresa desarrollé un modelo de negocio que no existía en ese momento en el ámbito televisivo. Aprovechando el éxito de audiencia del programa en Telefe comencé a publicar revistas y libros, realizar exposiciones públicas, desarrollar las Boutiques utilísima en todo el país, producir electrodomésticos, máquinas de coser y una discográfica, entre otras actividades.
Es frecuente que el éxito lleve a un empresario a repetir las mismas actividades e ideas que lo condujeron a ese éxito. Para qué arriesgar e innovar en nuevos proyectos cuando las cosas van bien, suele ser el pensamiento dominante de aquellos que deciden permanecer en la zona de confort generada por éxitos del pasado. Al actuar de esa manera no perciben que la rutina suele conducir al fracaso porque el mercado cambia constantemente y tiene nuevas necesidades que deben ser satisfechas con nuevas propuestas.Eso fue lo que me sucedió con utilísima. Los éxitos alcanzados me impidió ver con claridad que la mujer estaba atravesando grandes cambios culturales que no se reflejaban en el programa. La rutina y repetición de los mismos contenidos hizo que el rating de utilísima disminuyera abruptamente y cayeran las ventas de sus productos. Sentí que el fracaso nuevamente golpeaba la puerta, aunque esta vez estaba preparado para evitarlo.Los fracasos que había atravesado me habían enseñado que no se debe pasar por alto las señales de alerta que indican que algo negativo está ocurriendo en el negocio emprendido. Ante esas señales hay que actuar con rapidez para evitar que los problemas crezcan y no haya vuelta atrás. Por esa razón, ante la perdida de audiencia emprendí nuevos objetivos. Salí de la zona de confort, recuperé la iniciativa, innové y emprendí desafíos para que la empresa utilísima no cayera en un pozo. Detrás de esa decisión desarrollé e implementé Utilísima Satelital, un canal de cable de 24 horas con contenidos para la mujer.
A pesar de los pronósticos negativos que auguran el fin de utilísima ante la caída de su rating en televisión abierta decidí no quedarme cruzado de brazos esperando el final anunciado. Por el contrario, decidí arriesgar realizando profundos cambios e innovaciones en la empresa para adaptarla a los cambios culturales, la necesidades y empoderamiento de la mujer. Con ese fin desarrollé un Multimedios que tuviera como columna vertebral un canal de 24 horas dedicado a la mujer. Canal que en pocos meses se convirtió en una señal televisiva emblemática para las mujeres de toda América llegando a tener 60 millones de suscriptores y generando ingresos millonarios. No quedarme aferrado a la rutina y buscar innovaciones que cambiaran el futuro permitió que la empresa creciera y se fortaleciera. Sin embargo, como es sabido ningún éxito dura 100 años. Por tal motivo, a pesar de los grandes logros del Canal siempre estuve alerta ante las señales del mercado.
La crisis económica nacional del 2001, la multiplicación de tutoriales y contenidos para la mujer utilísima que internet difundía de forma gratuita comenzó a socavar los cimientos del canal de televisión y sus emprendimientos. Ante ese peligro decidí asociarme con la multinacional FOX con la intención de lograr una inyección de capital, sumar nuevos mercados internacionales e incorporar tecnología para desarrollar internet.
La asociación con Fox si bien evitó muchos problemas financieros no fue suficiente para revertir la caída de la audiencia del Canal que se canalizaba a internet y plataformas internacionales. Hecho que puse de manifiesto a los funcionarios de FOX sin ser escuchado porque tenían una visión distinta sobre lo que debía hacerse para revitalizar los contenidos del Canal y crecer en internet. Por lo tanto, decidí dar un paso al costado ya que había aprendido que aferrarse a ideas erróneas sólo conducen al fracaso. Hecho que lamentablemente sucedió con Fox con lo cual utilísima desapareció en un par de años.
No puedo desconocer que los errores, la ignorancia y la tozudez durante una parte de mi vida me empujaron a muchos fracasos que afectaron mi autoestima, mis finanzas y mis sueños. Sin embargo, también es cierto que esos fracasos modelaron mi personalidad, me enseñaron y me hicieron más equilibrado en la toma de decisiones permitiendo que cosechara muchos éxitos.
Si bien muchas veces fui ganado por el miedo, la bronca y la frustración al no lograr mis proyectos siempre trabajé internamente para superar esas emociones negativas. Ante cada fracaso supe que nadie sale de un hoyo sino lo intenta o cava para abajo. En mi caso superé los fracasos porque me fijé nuevos objetivos y jamás me dí por vencido ni aun vencido. Tuve la capacidad de reinventarme y cambiar para no quedar dominado por los miedos que conducen a la inmovilidad y los lamentos.
Con lo expresado no quiero caer en el lugar común de aquellos que sostienen que los errores siempre fortifican porque dejan enseñanzas que ayudan a lograr metas exitosas. Es cierto que muchas veces se aprende de los errores pero también es cierto que la mayor parte de las veces los fracasos destruyen el espíritu emprendedor por los daños emocionales y económicos que generan. Por lo tanto, no debe sobrevalorarse a los fracasos ni creer que todas sus heridas desaparecen con el tiempo. Es mucho mejor evitar los errores que conducen al fracaso. Para ese fin es fundamental capacitarse, ser flexible, adaptarse a los cambios de la realidad, generar ideas innovadoras y desechar aquellos proyectos que no conducen al éxito. Sobre todo, no darse jamás por vencido ante la adversidad.
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