Ernesto Sandler
EMPRENDER Septiembre 2024

El desprestigio de los empresarios


Un alto porcentaje de argentinos tiene una imagen negativa sobre los empresarios por lo cual consideran que no deberían tener un lugar en el reino de Dios sino que deben ir directamente al infierno por los abusos cometidos en la tierra.

A pesar de los esfuerzos que realiza un empresario para tener una buena reputación que le permita destacarse y crecer económicamente su imagen no suele ser positiva ni apreciada por buena parte de los integrantes de la sociedad. Posiblemente los abusos cometidos sobre los trabajadores a partir de la Revolución Industrial, las críticas de los sindicatos, la riqueza mal habida que se les atribuye o los insuficientes salarios que pagan a los empleados son parte de las razones por las que tienen una imagen negativa. Pero no son las únicas causas que promueven su descalificación y critica. Para una amplia mayoría social los empresarios son los culpables de la pobreza, el aumento de los precios, la desigualdad económica, la evasión impositiva, la manipulación del mercado, la corrupción, la injusticia social y la contaminación del medio ambiente.  
Aunque muchos de esos comportamientos negativos que se les atribuyen a los empresarios hayan cambiado o desaparecido desde mediados del siglo XX –como consecuencia de la presión sindical, una vasta regulación legislativa y controles por parte de los poderes públicos– la valoración social negativa hacia el empresario persiste hasta el presente en muchos países entre los que se encuentra Argentina. 

Un alto porcentaje de argentinos tiene una imagen negativa y crítica hacia los empresarios por lo cual consideran que no deberían tener un lugar en el reino de Dios sino que deben ir directamente al infierno por los abusos cometidos en la tierra.

Si bien es una realidad que la gran mayoría de empresarios en la actualidad no son artífices de los atropellos que se le achacan ni gestionan con las prácticas abusivas que realizaron durante la Revolución Industrial, sigue prevaleciendo una opinión descalificadora y plagada de rencor hacia quienes gestionan una empresa. Su mala reputación los acompaña hagan lo que hagan para para demostrar lo contrario. Por esta razón, la mayoría de los argentinos siguen considerando que los empresarios se enriquecen a costa de los empleados, destruyen los recursos naturales, manipulan al mercado y se quedan con gran parte de la riqueza que les corresponde a los trabadores por su aporte a la producción. 
El desprestigio social que tienen los empresarios es tan grande que los jóvenes que comienzan a gestionar actividades económicas por cuenta propia no quieren que se los denomine empresarios. Se hacen llamar “emprendedores” para evitar las descalificaciones, denostaciones y la imagen negativa que tienen los empresarios. Realizan un gran esfuerzo para sostener que son hacedores de sueños creativos y que no tienen como propósito principal ganar dinero o explotar a los empleados sino llevar adelante un proyecto creativo. Un esfuerzo que no tiene demasiado sentido porque finalmente todo emprendedor, cuando consolide su proceso productivo y comience a obtener beneficios, terminará siendo catalogado como un empresario
Es evidente que la mala reputación que tienen los empresarios no desaparecerá aunque los jóvenes se hagan llamar emprendedores, se vistan con una remera al estilo de Esteve Jobs o se dediquen a desarrollos tecnológicos. Para que sean valorados por su aporte a la creación de riqueza, el desarrollo de innovaciones y la satisfacción de las necesidades colectivas es necesario un cambio cultural en la sociedad. Ese cambio cultural para que sea efectivo –sin lugar a dudas– debe comenzar por los propios empresarios. Son los que gestionan un emprendimiento –grande o pequeño– los que deben iniciar el cambio cultural para que la opinión pública deje de lado su visión crítica hacia ellos. Para ese fin deben desterrar las prácticas abusivas de poder, el autoritarismo, la manipulación del mercado, las gestiones monopólicas, el uso indiscriminado de los recursos naturales y el incumplimiento de los derechos laborales de los trabajadores, entre otras conductas negativas. Cuando comiencen a materializarse y visualizarse esas conductas empresariales la sociedad cambiará su percepción negativa y empezará a valorar la importancia que tienen los empresarios para el desarrollo social y económico de la gente. 
El cambio en la forma de visualizar a un empresario no puede lograrse de manera individual. Si bien cada empresario –con su accionar y gestión– ayuda a construir su reputación es el entorno social quien tiene la última palabra. La sociedad en su conjunto es la que finalmente juzga el accionar de los empresarios para validar su reputación positiva o desaprobar sus comportamientos. Es el conjunto de la sociedad –proveedores, clientes, banqueros y consumidores– la que valida su prestigio o echa por tierra su reputación de acuerdo a su honestidad, solidaridad, mentiras, éxitos y fracasos. De allí la importancia que todos los empresarios colaboren grupalmente a cambiar su imagen porque la conducta proba de un solo empresario no cambiara la valoración social. Para que el cambio cultural se produzca todos los empresarios deben demostrar que no son lo que la gente considera y prejuzga.

Si el conjunto social tiene una valoración negativa sobre las conductas de los empresarios difícilmente un empresario logre por sí mismo construir un prestigio positivo que genere admiración y respeto social.

Por esta razón, el empresario que quiere trascender y crecer económicamente –sin rechazos, denostaciones o criticas– debe estar pendiente de la mirada social. En caso que logre ser valorado positivamente por la gente tendrá un prestigio que le abrirá puertas para hacer negocios, contratar mejores colaboradores, conseguir créditos o ser invitado a los medios de comunicación para que narre sus experiencias exitosas. En caso contrario, si su imagen social es negativa acumulará un desprestigio que afectará sus negocios y vida personal.
Dada las consecuencias de valoración social y la relativa influencia que tiene su conducta individual para construir una reputación positiva, es una de las razones por la que los empresarios tienen miedo a la opinión pública. Saben que si la sociedad les baja el pulgar no podrán llevar adelante muchos objetivos. Son conscientes que el desprestigio les cierra muchas puertas que impiden acceder a créditos bancarios, ingresar productos al mercado, exportar, conseguir inversores, negociar con los sindicatos o ser incluido en organizaciones sociales de bien público. Este desprestigio también los afecta en el plano personal. Ser señalado como un enemigo de los trabajadores, evasor compulsivo, explotador serial, generador de pobreza o contaminador del medio ambiente le genera daños emocionales que no todos pueden superar.
Ante semejante presión y descalificación social, los empresarios en Argentina tienden a tener un perfil bajo para no llamar la atención y ser objeto de críticas destructivas. Tratan de no exponerse ni sacar la cabeza a la superficie para no quedar bajo el radar de la opinión pública que los mira con desconfianza y rencor. Esa razón los lleva a ser muy cautelosos en su vida privada, la vida social y en su gestión empresarial. Saben que si comenten un pequeño error serán el blanco elegido de los políticos, los sindicatos y los medios de comunicación.
Sin embargo, vivir en la sombra y tratar de no llamar la atención no es la conducta que deben tener los empresarios. Esa actitud no ayuda a impulsar el cambio cultural que nuestro país requiere para dejar de pensar que todos los empresarios son una lacra. Quizá tener un bajo perfil les evite estar expuesto a las criticas descalificatorias, pero no es el camino que deben seguir para ayudar al cambio cultural que el país requiere para no quedar sumergido en creencias que retrasan. Al esconderse convalidan la opinión de quienes los descalifican e impide que se conozca el valor que tienen en la creación de riqueza y el bienestar general de la sociedad. Al querer pasar desapercibido limitan su capacidad productiva e innovadora con lo cual le ponen un freno al progreso colectivo.
Un empresario no puede vivir acobardado ni tener miedo a desplegar todas sus capacidades para no llamar la atención y ser rechazado por algún sector social. Debe superar ese temor que restringe su principal potencial que es la capacidad de crear riqueza y satisfacer las necesidades de la gente. Con ese propósito no debe dejarse amedrentar por sus detractores y debe tener conductas probas en su gestión para erradicar la imagen social negativa. Al hacerlo ayudara a promover el cambio cultural en la sociedad para que las empresas y sus responsables tengan una valoración positiva. Lo debe hacer porque no es posible la construcción de una economía pujante, libre e innovadora sin la participación de empresariado honesto, trabajador, innovador y generador de riqueza.

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