Ernesto Sandler
EMPRENDER Marzo 2025

La expecialización y los expertos


La especialización se ha convertido en una herramienta esencial para estudiar, analizar y conocer el inmenso universo de información que existe en la actualidad; sin embargo también tiene una contratacara negativa.

El escenario económico contemporáneo se ha diversificado en cientos de miles de actividades y procesos de producción que dificultan la posibilidad que un emprendedor pueda conocer y retener mentalmente la totalidad de los conocimientos necesarios que requiere para resolver exitosamente todos los problemas y lograr todos sus objetivos económicos. Aunque existan valiosos instrumentos como la computación, internet y la inteligencia artificial ningún empresario de manera individual tiene la capacidad de retener todo el conocimiento existente sobre técnicas, productos, recursos, procesos y oportunidades que existen en el inmenso universo de la economía.
La inmensa vastedad de información que el ser humano genera constantemente ha obligado a sectorizar el conocimiento a fin de poder aprenderlo, catalogarlo, sistematizarlo y utilizarlo de manera eficaz detrás de diferentes propósitos. La segmentación del saber ha dejado atrás la pretensión de tener un conocimiento global o enciclopedista sobre todo lo que nos rodea y todo lo que ha generado el ingenio humano. Hoy en el sistema educativo prevalece la segmentación del conocimiento que consiste en acotar el aprendizaje a una parcialidad del saber alcanzado por la humanidad. Esa especialización del conocimiento es lo que actualmente predomina en todas las ciencias. 

A través del conocimiento segmentado se han alcanzado objetivos que no hubieran sido posible alcanzar si se hubiera pretendido abarcar y desentrañar todo el conocimiento disponible en la humanidad. 

La especialización en todas las disciplinas científicas se ha convertido en una herramienta esencial y necesaria para poder estudiar, analizar, profundizar, comprender y conocer el inmenso universo de información que existe en la actualidad y que diariamente se multiplica. Sin embargo, la especialización tiene una contracara negativa. La segmentación del saber suele impedir que los científicos abocados a ciertas áreas– o los hacedores que llevan adelante una actividad –puedan adquirir otros conocimientos que forman parte del vasto universo del saber. En otras palabras, la segmentación del saber condiciona o limita la posibilidad de acceder y utilizar todo el conocimiento existente. La especialización o segmentación del saber solo permite conocer una parte del conocimiento global.
La especialización debió recurrir a la cooperación interdisciplinaria de las ciencias y a la división del trabajo para que cada conocimiento parcial o técnica individual pudiera complementarse con las demás áreas del saber para potenciar sus resultados. Esa complementariedad ha permitido –con esfuerzo y complejidad– acercarse lo máximo posible a tener una visión integral de todo el conocimiento humano.
La segmentación del conocimiento también llego a la economía y a las actividades empresariales. Esa especializacion ha permitido obtener grandes beneficios para el progreso social y la generación de riqueza. Sin embargo, el avance de la especialización en la economía también ha dado lugar a que muchos emprendedores desconozcan datos, información, ideas y técnicas que componen todo el universo de la ciencia, economía y la actividad empresarial. A pesar de la educación académica, la publicación de millones de libros, la inmensa nube de información que se accede por internet y la Inteligencia Artificial, un emprendedor no puede estar al tanto de todas las innovaciones, técnicas y procesos productivos que surgen en el mercado ni puede conocer de todos los conocimientos contables, impuestos, reglamentaciones jurídicas, comercio internacional, régimen laboral y acciones de marketing, entre decenas de temas que forman parte de la economía.

La experiencia muestra que los empresarios solo conocen una parcialidad de lo que acontece en el ámbito económico y de las herramientas que requieren para lograr sus objetivos empresariales.

Si bien un emprendedor puede acceder formalmente a toda la información y conocimientos existentes que lo ayuden a emprender una actividad económica, en la práctica, es muy difícil que lo haga. Que existan decenas de miles de libros en una Biblioteca o millones de datos colgados en internet no quiere decir que tenga tiempo para conocer toda esa información, procesarla mentalmente y utilizarla detrás de un objetivo. Y a los hechos me remito. La gran mayoría de los emprendedores se lanzan a realizar una actividad económica con un saber limitado, parcial y muchas veces erróneo porque sienten que con lo que saben es suficiente para lograr el objetivo buscado.
Está demostrado que el saber parcial o segmentado del emprendedor suele ser un problema para el desarrollo de una empresa y la concreción de objetivos económicos. El desconocimiento o ignorancia de algunas técnicas y procesos económicos lleva a perder oportunidades para hacer negocios, quedar rezagado con respecto a la competencia, cometer errores, dañar el medio ambiente o terminar en los Tribunales de Justicia por no haber tenido presente algunas disposiciones legales. Sin embargo, también está demostrado que el universo del saber es tan grande que se hace materialmente muy difícil de conocer por parte de los emprendedores.
Es justamente ese desconocimiento de todos los factores e ideas que conforman el mundo económico lo que genera temores en un emprendedor al decidir llevar adelante una actividad comercial. Saber que no cuenta con todo el conocimiento vinculado a las variables económicas que gravitan en el mercado, desconocer algunas técnicas de producción o no estar actualizado en las nuevas acciones de marketing digital genera inseguridades. Es en ese momento que la sentencia de Sócrates, “solo sé que no se nada”, invade la mente y el cuerpo del emprendedor.
No conocer todas las herramientas para organizar una empresa de manera eficaz o no saber cómo se puede utilizar la inteligencia artificial –entre otras limitaciones– genera temores, impotencia e incertidumbre sobre como emprender un negocio. Ante esa situación, la gran mayoría de los responsables de gestión empresarial suelen rodearse de expertos asesores para que lo ayuden a tener más información sobre el vasto escenario económico y sobre cuáles son las herramientas para alcanzar el éxito.

Los empresarios han aprendido que tienen que rodearse de colaboradores que se especialicen en diversos aspectos de la realidad económica porque de manera individual no pueden tener todos los conocimientos requeridos para lograr un objetivo.

Si un emprendedor quiere progresar y no quedar fuera del mercado sabe que necesita conocer la complejidad del mundo económico caracterizado por tener cientos de reglamentaciones públicas, impuestos, innovaciones tecnológicas, transformación en los procesos productivos y una competencia globalizada, entre un sin fin de variables. Para conocer todas las ventajas y desventajas de ese vasto universo económico necesita apelar a profesionales especializados que lo ayuden a conocer y sortear los intrincados problemas de la realidad. Lo debe hacer porque sabe que la división del trabajo cognoscitivo es el medio que posibilita la multiplicación de los resultados positivos al ayudar a tener un conocimiento global y más certero del mundo en el cual debe producir bienes.
La gran mayoría de los empresarios exitosos entienden que no pueden saber de todo y hacer todo bien por su propia cuenta. Por esa razón, se rodean de expertos que le brindan herramientas eficaces para lograr objetivos superadores. Sin embargo, así como desconocer todas las variables y técnicas que confluyen en un sistema económico genera temores, una inseguridad similar se produce en el empresario cuando debe seleccionar y contratar a expertos para que los asesoren. En ese momento se pregunta: ¿Cómo seleccionar un experto idóneo si carezco de los conocimientos apropiados para corroborar si el elegido tiene el saber necesario para que me conduzca al éxito? ¿Cómo protegerme de las propuestas erróneas o cómo detectar los consejos que me puede llevar a la quiebra si no tengo herramientas para corroborar esa información dada por el experto?
Indudablemente que todo empresario corre cierto riesgo a la hora de contratar expertos que lo asesoren ya que –como no puede ser de otra manera– es consciente que no tienen la capacidad para corroborar la idoneidad profesional del asesor seleccionado o no puede valorar la efectividad de las propuestas realizadas hasta que se implementen. Toda esta incertidumbre genera miedo, dudas e inseguridad. El empresario siente que si yerra en la selección del asesor puede asumir riesgos que lo lleven a tener quebrantos o problemas legales.
El temor de los empresarios al seleccionar expertos que pueden resultar siendo un fiasco es fundado y comprensible. La experiencia muestra infinidad de situaciones en que los asesores cometen erróneas interpretaciones de la realidad, malas evaluaciones o pésimos pronósticos, con el agravante que muchas veces no se hacen cargo de lo que hacen o aconsejan.
Sin embargo, la inseguridad y miedo que puede tener el empresario al contratar a un experto que lo asesoren de ninguna forma justifica que no deba recurrir a los mismos. No hacerlo es un error mayúsculo porque ningún empresario puede saber de todo. En algún momento de su gestión necesita rodearse de un equipo de especialistas que apuntalen y amplíen sus conocimientos para alcanzar el éxito en un complejo escenario económico que nadie individualmente puede conocer en su totalidad. 

El empresario que no recurre al asesoramiento de expertos por creer que puede lograr todos los objetivos que se proponga asume una actitud soberbia que seguramente le habrá de generar serios perjuicios. 

Ningún empresario tiene la capacidad de conocer todo el universo económico de manera individual ni lograr sus objetivos buscando información por internet. Es fundamental que se rodee de colaboradores idóneos y capacitados para tener una visión global del escenario económico y acceder a mayor cantidad de herramientas para alcanzar sus objetivos.
No hay que tener miedo de buscar ayuda y consejos en temas que se desconocen en profundidad. Es cierto que ningún asesor puede asegurar ni garantizar que sus consejos sean los correctos o que conduzcan al éxito. Pero es más peligroso aferrarse a la propia ignorancia y desconocer que en la actualidad es imposible gestionar pensando que se sabe de todo y que todo puede ser resuelto positivamente con el saber individual.
Para disminuir los temores que puedan surgir al seleccionar a un experto el empresario tiene la posibilidad de tomar algunos recaudos previos que disminuyen los riesgos de equivocarse. En primer lugar, es imprescindible que tenga en claro para qué convoca a un experto. No puede convocar a un asesor si no sabe los problemas que quiere solucionar o los objetivos que pretende conseguir con su presencia.
Teniendo definido qué quiere del asesor contratado, el paso siguiente es conocer los antecedentes laborales, estudios y experiencias del asesor seleccionado para analizarlos con una actitud crítica. No puede limitarse a la lectura del CV y a la empatía que le genera. No se puede aceptar ciegamente lo que dicen sus antecedentes profesionales o verborragia del candidato a seleccionar. Toda información necesita ser corroborada en los hechos a través de un período de prueba al que el asesor debe ser sometido. Creer que los títulos académicos acreditan saber o que las referencias de trabajos realizados en otras empresas es suficiente es un error. Hay muchos herejes en el reino del Señor y muchos embaucadores que dicen ser idóneos para ciertos fines sin que sea una verdad. Por lo tanto, todo asesor debe acreditar su saber e idoneidad pasando el tamiz de la verificación y comprobación. En caso de que no pase esa prueba debe ser reemplazado por otro con mejores capacidades y condiciones.


Para reflexionar
El desratizador

Recuerdo un caso ilustrativo que me ocurrió en cierta oportunidad y que he llamado el “efecto del desratizador” en mis libros y conferencias.
Durante una temporada de verano, mientras mi familia se quedó disfrutando de las vacaciones, decidí adelantar mi regreso a Buenos Aires para organizar el lanzamiento de la temporada anual del canal Utilísima. Como todas las noches, al volver del trabajo, me acosté para revisar las redes sociales antes de dormir. Una de esas noches, vi que la parte inferior de la puerta del vestidor estaba despintada. Me pareció raro porque no lo había visto con anterioridad. Asumí que era mi falta de atención.
A la noche siguiente, al dirigir mi vista nuevamente a la puerta del vestidor observé que el área despintada había aumentado su tamaño. Me acerqué a la puerta y me percaté que tenía la visita de un roedor porque se notaba que el sector despintado estaba producido por dientes de un ratón. La noche siguiente lo corroboré definitivamente porque la superficie despintada había crecido en su tamaño.
Como no podía hacer vigilia todo el día pues debía trabajar y en la casa no quedaba nadie, decidí consultar con la administración del edificio sobre los pasos a seguir. Rápidamente me recomendaron una empresa “desratizadora” que era experta en erradicar ratas y otro tipo de roedores.
Llamé a la empresa y combinamos que vendrían a la mañana siguiente. Con la tranquilidad que iba a terminar con el problema del ratón antes que regresara la familia me fui a dormir. A la mañana siguiente me levanté y me fui a preparar un café para esperar a la empresa desratizadora. Cuando entro en la cocina –con gran sorpresa– veo al ratón ubicado frente a una alacena donde guardaba la vajilla. Sin pensar y con una rápida reacción cerré la puerta de la alacena con el ratón adentro. En ese instante sonó el timbre de la puerta de servicio. Abro y frente a mí me encuentro con una especie de astronauta con un traje de hule amarillo, casco con escafandra, botas hasta las rodillas y una mochila con dos tubos como los que usan los buzos. Era el desratizador.
Superada mi primera impresión ante tanto profesionalismo y equipamiento, le expresé con cierta euforia: “Qué suerte que llegó justo ahora, pues tengo al ratón atrapado en una alacena de la cocina”.El desratizador abrió los ojos detrás de su escafandra y dando dos pasos para atrás comenzó a gritar a viva voz: “No, no, yo le tengo miedo a las ratas. Yo solamente me dedico a desinfectar y dejar trampas para ratones. La empresa no me avisó que había que cazarlo. No es mi especialidad, dado que las ratas me dan pánico”.
Yo no podía creerlo. Lo miré perplejo y no supe qué decir mientras el desratizador literalmente huía hacia la puerta principal del edificio para retirarse. Afortunadamente el encargado del edificio estaba presente y sin muchas vueltas cazó al ratón con un palo de escoba.
Esta experiencia fue aleccionadora porque me enseñó que hay que estar siempre alerta ante los expertos y tener un espíritu crítico para analizar sus conocimientos. Un buen empresario nunca debe perder de vista que ningún experto es infalible ni tiene todo el conocimiento que se necesita. Siempre se debe corroborar su conocimiento porque en la vida hay muchos “desratizadores” dando vueltas con muy buena apariencia profesional pero que son un fiasco.

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