Ernesto Sandler
EMPRENDER Julio 2025

El empresario mediocre


La falta de excelencia y la limitación imaginativa invita a seguir los modelos creativos de otros, no innovar y quedarse atrapado en un laberinto sin salida que impide el crecimiento de la empresa.

La mediocridad describe a las personas que en su actividad profesional o personal no tienen conductas ni ideas que busquen la excelencia. Son mujeres y hombres que se caracterizan por pasar a hurtadillas por el mundo sin dejar ninguna huella a su paso porque no les interesa cambiar hábitos ni rutinas. Son personalidades silenciosas, grises e intrascendentes por propia voluntad ya que no aspiran ni se esfuerzan en generar acciones que cambien la realidad que les viene dada por otros. Las personas mediocres carecen de méritos para destacarse entre sus pares por lo que no trascienden ni les interesa innovar en sus comportamientos.
En los empresarios la mediocridad se caracteriza por gestionar copiando modelos de otros o repitiendo las pautas de producción establecidas por sus antecesores. Los mediocres no tienen la voluntad de emprender innovaciones o modificar las conductas porque se apegan al pasado y a las mismas conductas que repiten rutinariamente desde siempre. Son empresarios que carecen de creatividad, no inventan nada, no dejan en libertad su imaginación ni se permiten pensar en ideas que los empujen a asumir riesgos. Su creatividad no existe o es reprimida al igual que su curiosidad porque no se sienten a gusto transitando senderos que desconocen. Por el contrario, se sienten cómodos haciendo lo mismo todos los días porque son profundamente temerosos a lo desconocido y todo lo que implica incertidumbre o riesgo. Lo nuevo los incomoda porque la creatividad no forma parte de su personalidad anodina.
Los empresarios mediocres son esencialmente personajes grises en el sentido que su gestión no tiene matices diferentes a los que le marca la rutina y las normas preestablecidas. Por esa razón, su gestión no suele tener sobresaltos, oscilaciones ni colores estridentes dado que su accionar es reiterativo, monocorde y previsible. Lejos de ser emprendedores –aunque algunos se ufanen de serlo– los empresarios mediocres son solamente administradores rutinarios que no construyen futuros innovadores en la medida que no intentan cambiar el presente.
El administrador empresarial mediocre cambia sus conductas cuando los demás deciden cambiar. Jamás se le ocurre emprender una innovación por cuenta propia ni apartarse de lo que hace la mayoría. El mediocre también se caracteriza por tener la conducta del camaleón. Siempre está atento a los cambios de los otros para no desentonar y sumarse rápidamente a esos cambios para agradar y no disentir. Ante cualquier riesgo prefiere quedarse inmóvil para evitar críticas ya que su máxima aspiración es ser aceptado por su entorno. 

El mediocre se niega a ser atrevido o asumir riesgos cuando visualiza que puede recibir críticas del entorno. Su personalidad lo inhabilita mental y emocionalmente para crear o disentir con los demás porque le gusta ser parte de la mayoría.
El mediocre se niega a ser atrevido o asumir riesgos cuando visualiza que puede recibir críticas del entorno. Su personalidad lo inhabilita mental y emocionalmente para crear o disentir con los demás porque le gusta ser parte de la mayoría. 

Fieles a su personalidad anodina los mediocres, sin distinción de género, nunca quieren exponer un pensamiento que los pueda enfrentar con sus pares o con los poderosos con los cuales siempre quieren quedar bien. Como no tienen una vida relevante que merezca ser contada buscan afanosamente mezclarse con los hacedores famosos para ocultar su mediocridad y fingir que forman parte del círculo de los exitosos. Con ese propósito les encanta narrar historias, experiencias, chismes y vivencias de empresarios poderosos para demostrar que comparten intereses y formas de pensar.
Fieles a su personalidad anodina los mediocres, sin distinción de género, nunca quieren exponer un pensamiento que los pueda enfrentar con sus pares o con los poderosos con los cuales siempre quieren quedar bien. Como no tienen una vida relevante que merezca ser contada buscan afanosamente mezclarse con los hacedores famosos para ocultar su mediocridad y fingir que forman parte del círculo de los exitosos. Con ese propósito les encanta narrar historias, experiencias, chismes y vivencias de empresarios poderosos para demostrar que comparten intereses y formas de pensar.
Fieles a su personalidad anodina los mediocres, sin distinción de género, nunca quieren exponer un pensamiento que los pueda enfrentar con sus pares o con los poderosos con los cuales siempre quieren quedar bien. Como no tienen una vida relevante que merezca ser contada buscan afanosamente mezclarse con los hacedores famosos para ocultar su mediocridad y fingir que forman parte del círculo de los exitosos. Con ese propósito les encanta narrar historias, experiencias, chismes y vivencias de empresarios poderosos para demostrar que comparten intereses y formas de pensar.
Fieles a su personalidad anodina los mediocres, sin distinción de género, nunca quieren exponer un pensamiento que los pueda enfrentar con sus pares o con los poderosos con los cuales siempre quieren quedar bien. Como no tienen una vida relevante que merezca ser contada buscan afanosamente mezclarse con los hacedores famosos para ocultar su mediocridad y fingir que forman parte del círculo de los exitosos. Con ese propósito les encanta narrar historias, experiencias, chismes y vivencias de empresarios poderosos para demostrar que comparten intereses y formas de pensar.
Los mediocres gestionan las empresas con exceso de mesura. Conocedores de sus limitaciones, aunque trata de ocultarlas públicamente, siempre están buscando el respaldo para que apuntalen sus falencias. Antes de tomar una decisión habitualmente la chequean con el entorno para saber si es conveniente dar ese paso. En caso de duda prefieren aferrarse a la rutina anterior y no emprender cambio alguno. Tampoco les gusta que descubran públicamente su orfandad de ideas y falta de empuje para gestionar. Por lo tanto les molesta cuando alguno de sus colaboradores es creativo o muy eficiente pues siente que ponen en evidencia sus falencias. Les genera malestar que alguien de su equipo tenga la audacia y creatividad de las que ellos carecen. Este disgusto ante el talento ajeno se suele traducir en políticas de marginación, ninguneo o intolerancia hasta que finalmente son despedidos.

Los mediocres prefieren empleados dóciles y sin demasiados talentos para que no sobresalgan generando una sombra sobre una débil personalidad.

La mediocridad es absolutamente la antítesis de lo que debe caracterizar a un emprendedor. La buena noticia es que la mediocridad no es una enfermedad ni es un mal que no tiene cura. La mediocridad puede superarse y combatirse con algunas herramientas a las que puede acceder un empresario: voluntad, capacitación y rodearse de un equipo de colaboradores apasionados e innovadores.
Para romper con la rutina y la mediocridad es fundamental que un emprendedor esté dispuesto a salir de la zona de confort. Tiene que tomar la decisión de cambiar y emprender nuevos desafíos porque de no hacerlo –más temprano que tarde– será expulsado del mercado por aquellos que generan innovaciones. Tiene que esforzarse en dejar atrás la rutina, proponerse nuevos objetivos y rodearse de colaboradores que lo impulsen y acompañen a cambiar. Debe salir de la chatura rutinaria, aunque demande esfuerzo, implique riesgos y le genere temores. No puede ser conformista ni resignarse a pasar a hurtadillas por el mundo porque esa decisión lo llevará al fracaso. Si prefiere quedarse en la comodidad y seguir los pasos de los demás solo será una fotocopiadora de las gestiones ajenas, sin que esto implique que le pueda ir bien. Copiar no garantiza rentabilidad ni permanencia en el mercado.
La mediocridad es negativa para quienes desean emprender por cuenta propia. Es necesario erradicarla. Con ese propósito es muy importante que un emprendedor apuntale su autoestima y se permita soñar. Nada es posible de lograr si no existe voluntad de cambio y sed de éxitos.

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